A mi longeva edad he estado en playas fabulosas. Me gusta disfrutar y mirar el mar a una distancia prudencial, en un lugar cerrado, con aire acondicionado, un trago en la mano y sin aquel arenero horrible invadiendo y raspando mi cuerpo, sobre todo mis pies.
Este Miércoles Santo, mi esposa, influenciada por sus amigotas, decidió que sería buena idea que fuéramos a una playa llamada Playa Calzoncillo. Yo, después del vuelo en avión, quería quedarm