En una sociedad acostumbrada a votar desde 1958 parece absurda una polémica sobre la necesidad de elegir a los representantes de los poderes públicos a través del ejercicio del sufragio de los ciudadanos, pero una duda razonable sobre el particular no parece peregrinar en nuestros días. Todo lo contrario: en la medida en que una elección llevada a cabo en la actualidad no se parece a la mayoría de las anteriores, sino más bien a los hechos