En Venezuela, las elecciones dejaron de ser eventos democráticos hace rato. Pero nada tan obsceno como lo que está en curso: unas elecciones regionales y legislativas —anunciadas por el chavismo para mayo de 2025— que pretenden no sólo legitimar el sistema, sino borrar el robo político más grotesco de nuestra historia reciente: el de las presidenciales del 28 de julio de 2024. Participar en esas elecciones no es un acto de realismo ni de pragmatism