Creo que tenía 18 años la vez que terminé La ciudad y los perros, la primera novela de Mario Vargas Llosa, en una pequeña universidad en Catia mientras esperaba a mi novia de entonces. Pensé en ese momento que quería ser como aquel escritor tan entregado a la palabra que tenía como bandera que la lectura era una manera de rebelarse ante los poderes e institucionalidades. Una idea, por supuesto, bastante juvenil y