Nadie parecía creer en una rápida elección del nuevo Papa. El día de la apertura del cónclave de cardenales, encargado de esa misión, el presidente de Estados-Unidos confesaba (¿en broma?) que le gustaría que fuera escogido el cardenal-arzobispo de Nueva York. Y Le Monde, influyente diario parisino, informaba que “no había surgido ningún otro candidato al lado”