Esta situación no es menor y cada vez se vuelve más urgente que el país tome conciencia sobre los discursos de odio que estamos usando para tratar nuestras diferencias. Necesitamos reinventar el lenguaje con el que tratamos los temas que nos dividen, construir nuevas definiciones que sirvan como puentes. Las palabras han perdido su capacidad de nombrar la realidad, se han agotado, ya no basta con decir: “hay que creer en la paz”, sino construir un consenso sobre